Haciendo discípulos… de verdad
Creo que la falta principal de la iglesia moderna es que no estamos haciendo discípulos. Hacemos muchas cosas bien en Nazaret, compartiendo nuestra fe y extendiéndonos en amor a esta comunidad, pero en esta área también hemos fracasado nosotros. Permítanme explicar.
La palabra que más se usa para describir a los seguidores de Cristo en el Nuevo Testamento es “discípulo.” El Señor Jesús mismo dijo a los suyos, “Id y haced discípulos a todas las naciones.” (Mat. 28:19a) En Nazaret nuestro lema es “Haciendo discípulos que conocen, crecen y comparten.” Parece ser que la palabra es bastante importante.
Sin embargo, muchos no están claros en cuanto a lo que la palabra “discípulo” significa. Algunos creen que es una referencia directa a los doce originales escogidos por el Señor personalmente. Otros creen que es un término antiguo que no tiene mucha relevancia hoy, y se sentirían incómodos de usarlo acerca de si mismos.
Discípulo significa uno que está bajo la autoridad de un maestro, de quien aprende como vivir. No se trata de adquirir conocimiento, ni entendimiento, como lo haríamos en cualquier escuela; eso es ser alumno. Se trata de adoptar el mismo estilo de vida del maestro: ver como él ve, pensar como él piensa, entender como él entiende, y hacer lo que él hace; eso nos hace discípulos.
En el caso de un discípulo de Cristo (todo cristiano), seria ver como Cristo ve, pensar como Cristo piensa, entender como Cristo entiende y hacer lo que Cristo hace. Aprender a hacer esto fue la responsabilidad de los discípulos originales del Señor Jesús, al estar con el por más de tres años. Pero había una segunda responsabilidad que el Señor les encargo.
Ellos tendrían que hacer lo mismo con otras personas: enseñarles a vivir tal como el Maestro había vivido. “Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado.” (Mat. 28:19b- 20a). El Señor Jesús nos encomendó la tarea de discipular a los nuevos creyentes, para que viviesen la vida cristiana. En esto hemos fracasado muchos discípulos de Jesús: no estamos discipulando a otras personas.
Quizás la iglesia moderna depende demasiado de programas y actividades, pero muchas voces se están levantando para decirnos que tales programas no producen verdadero crecimiento espiritual ni discípulos maduros. Pueden estimular un deseo de crecer, pueden inspirarnos a decidir buscar más de cerca al Señor, pero el verdadero discipulado se hace uno a uno.
En hacerlo, en responsabilizarnos por el desarrollo normal de un nuevo cristiano, está la clave de nuestro propio crecimiento. Si hasta ahora no lo hemos hecho, tenemos que buscar el cambio. No podemos conformarnos con hacer lo que siempre hemos hecho. El cambio nunca es fácil, pero la Biblia nos dice que todo lo podemos en Cristo. De el primer paso en esta jornada: decida ser un discipulador.